En España la violencia conyugal supone un problema a tener en cuenta, puesto que existen un gran número de casos y las consecuencias que produce en las víctimas, directas e indirectas. Según informes del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (2000, 2002, 2006), hay alrededor de 600.000 víctimas de maltrato declaradas, entre el 3,6% y el 4,2% de la población femenina adulta. (Amor, Echeburúa y Loinaz , 2009). Así mismo, según recogen las estadísticas judiciales españolas, en 2014 hubo 126.742 denuncias a hombres por violencia de género, de las cuales 33.167 derivaron en la ejecución de órdenes de protección. Cabe destacar, que la violencia contra la pareja no se limita solamente hacía la mujer como víctima; aunque estas representan la mayoría de los casos, sino la violencia también puede ser ejercida por mujeres contra hombres, así como en parejas homosexuales.
Centrándonos en el maltratador y concretamente en el maltrato de hombre contra mujer, existen diversas teorías que explican por qué algunos hombres ejercen violencia sobre la mujer (Mullender, 2000). Por un lado, teorías psicológicas postulan que la violencia machista es consecuencia psicopatológica, aunque las conclusiones de los estudios nunca fueron firmes (Bograd, 1988). Por otro, la mayor parte de teorías dictaminan que algunos hombres se vuelven violentos en respuesta a las presiones sociales y contextuales, como por ejemplo, la poca calidad de vida, el desempleo, la explotación laboral, racismo, fracaso escolar etc. (Gelles, 1983; Smith, 1989).
Generalmente, la figura del maltratador, responde, en términos demográficos a la de hombre de 40-45 años, casado y con hijos, perteneciente a la clase social media baja (según el Servicio de Violencia en Familia de Bilbao). A pesar de estas aproximaciones, los agresores de pareja no constituyen un grupo homogéneo (Cavanaugh y Gelles, 2005).
Las tipologías de maltratador que se describieron inicialmente llegan a conclusiones en común. Muchas de ellas se realizaron utilizando test de personalidad, como el MMPI o el MCMI (Amor, Echeburúa y Loinaz , 2009). Aparecen varios grupos de sujetos. 1) Antisociales (psicopatológicas); con puntuaciones elevadas en desviación psicopática y en depresión (MMPI) (Flournoy y Wilson, 1991). O en perfiles de personalidad antisociales y narcisistas (Hamberger y Hastings, 1986). 2) Sin carácter psicopatológico (por debajo de los puntos de corte de las escalas aplicadas). Así mismo, se han descrito otras tipologías. Según si el maltrato es físico o psicológico o de ambos (Langhinrichsen-Rohling, Huss y Ramsey, 2000). Holtzworth-Munroe y Stuart (1994), hacen su clasificación en función de la gravedad y la extensión de la violencia, así como si se trata de características exclusivamente psicológicas o también psicopatológicas. Por otro lado, Gottman et al (1995), se basa en la respuesta psicofisiológica de los agresores durante una discusión de pareja.
Profundizando en las clasificaciones, Gottman et al (1995), las clasifica en función de la respuesta cardíaca diferencial ante una discusión de pareja:
Holtzworth-Munroe y Stuart (1994), hacen una propuesta de clasificación en función de 3 variables: gravedad de la conducta, extensión de la violencia y funcionamiento psicológico.
A partir de estas variables se establecen 3 tipologías:
Por último, cabe destacar el perfil de aquellos hombres que no son maltratadores pero son potencialmente violentos conyugalmente. Existen signos de alerta, aunque no en todos los casos significa que estos terminen siendo maltratadores. Son excesivamente celosos, posesivos, fácilmente irritables si se les pone límites, no ejercen control sobre sus impulsos, muestran conductas de riesgo con el consumo de alcohol y substancias estupefacientes, culpan a otros de sus problemas, rompen objetos violentamente cuando están enfadados, creen que las mujeres deben estar subordinadas a ellos y tienen baja autoestima. (Echeburúa y Fernández Montalvo, 1998)